El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron
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Gaston Rébuffat

martes, 23 de agosto de 2011

Vuelta a la ¿normalidad?


Se acabaron los días en que aún con mal cuerpo, levantarse a las 5 de la mañana era una alegría. Ahora, durmiendo un poco más, un poco más cómodos, en una cama mejor, con más recursos y cosas materiales, el cambio de perspectiva te devuelve a la posición inferior. Ahora, todo más alto que nosotros, y más amenazador, continuará donde siempre,en:

http://enmientropia.blogspot.com/

lunes, 15 de agosto de 2011

Ciau


Cuesta echar la última mirada a Saas-Fee sin sentir que marcharse, no es como el fin de otras vacaciones. No es lo que te espera en casa, sino lo que dejas atrás. Se vuelve a convertir en el clásico problema de lo que uno pierde frente a lo que uno tiene. Aquí, entre montañas de edificios, la nieve parece lejana, las pendientes, comienzan a dar pereza, y el calor, asfixiante, te da más debilidad que la falta de oxígeno propia de la altura. Igual que el hombre no está hecho para competir en el mar contra un pez espada, los cuerpos de 100 Kg no estamos hechos para temperaturas superiores a 20 grados. En el Saastal, las temperaturas oscilaban entre los 2 y los 20 grados, no como aquí, que a las 2.15 de la mañana, había 26. Puede que lo que uno eche en falta sea el abrigo, el no sudar, o ver las montañas en cualquier momento, o tomar el helado de las 18.00, o el Alpenpub, quizá la cuesta de vuelta a casa, la terraza y el gato que venía a saludarnos, el Dom, el Allallin iluminado por la luna llena, los esquiadores por todas partes...
Con nostalgia, un poco de pena, miramos el Mischabel por última vez. Al menos, hasta que volvamos. El Dom, será nuestro objetivo. Este invierno, quizá el destino cuadrillero para la semana blanca. En cualquier caso, volveré. Porque lo merece. La perla de los Alpes, dicen. Quizá, no se equivoquen.

miércoles, 10 de agosto de 2011

El mundo en sus manos


No en el mar, sin veleros, sin competición. Pero el mundo en nuestras manos. Los Alpes a vista de pájaro, en nuestro campo visual. Enteros. Es una sensación única, difícilmente igualable, pero, quien sabe si podremos volver a alcanzar una cima así. Ahora, en casa, tras la pertinente cerveza y los necesarios Dire Straits, el sentimiento en el caso de Miguel es subir de nuevo; en el mío, melancolía, nostalgia o, mejor, vacío. Lo dijo Whymper cuando coronó el Mont Blanc: sientes que ya no queda por encima en lo que fijar tus ansias, nada que sea tu objetivo; te sientes vacío. Nosotros tenemos muchas montañas, pero no sabemos si tendremos la capacidad para afrontarlas, con lo que ahora, vacío es una buena descripción de lo que siento. Allallinhorn, sus 4027m, han estado bajo nuestros pies, y enfrente, Matterhorn, Taschorn, Dome, Breithorn, Monte Rosa, Lenspitze...un sin fin de colosos, casi a nuestra altura, o al menos, cerca. Inabordables de momento. Observando los 4miles, los 3miles, los 2miles. La planicie italiana, el valle Suizo. Arriba el cielo. Sin nubes. Llegamos allí luchando no contra el miedo, esta vez, si no contra mi mal cuerpo (subir en 15 minutos de 1800 a 3500m por teleférico no sienta bien a nadie, salvo a los esquiadores que nos pasaban por todos lados), contra la duda de qué habría en los metros finales. La respuesta no tardó en llegar: una arista!! Tan solo 20m de arista, afortunadamente con buena huella, pero completamente por la parte de encima. A nuestro lado, aire. Abajo, Saas-Fee. La duda duró los 10 segundo que tardé en decir: "Miguel, vamos ya, sin pensarlo mucho". Al fin, la cruz, una foto que necesitábamos tras un día de mal tiempo sin subir, otro en el que nos dimos la vuelta y otro de espera. Casi 4 días esperando llegar allí, y viendo la cima desde la ventana de casa cada día. Al fin, tras montañas de no disfrutar por diversos motivos, teníamos un día fantástico, un panorama indescriptible, y un sitio cómodo en el que estar sin temer caernos. Fotos y más fotos. Y pa'bajo, que no estaba todo hecho. El último tramo de la subida, y primero de la bajada, tenía telita. Metros escasos, en los que dar un paso costaba sudor y lágrimas. 20m en 5 minutos, eso lo dice todo. Pasado eso, bajada relajada, disfrutando de lo conseguido, de las vistas. Así sí merece la pena madrugar. Quién sabe cuándo volveremos a sentir algo así. Puede haber sido nuestra última gran montaña. O la última gran montaña catalogada como fácil. Vaya usté a saber.

martes, 9 de agosto de 2011

El día de la marmota


Sin repeticiones de momentos estelares, es el día de la marmota porque eso hemos estado haciendo: dar de comer a marmotas. El dia estaba pensado para ir al refugio de la arista Hornli en el Matterhorn, pero unas cervezas de màs ayer y un poco de menos de madrugón hoy, ha hecho que cambiásemos el objetivo deportivo al refugio de Langfluh, aquí en Saas-Fee. 1000 metros de desnivel para entrar en calor y hacer algo de deporte. Así que na, tiramos pa'rriba hasta que nos dejaron, ya que los últimos 200m de desnivel estaban cortados por obras. Rodeados por hordas de domingueros que suben hasta allí con el teleférico, nos dispusimos a observar marmotas, que es la zona marcada en las guías del pueblo. Y, efectivamente, allí están todas. Puedes darles de comer, especialmente zanahorias, pero vamos, que no dicen que no a un trozo de emmental, lo garantizamos. Eso sí, las zanahorias deben gustarles, porque cada niño va armado con al menos 4 ó 5, haciendo que los pobres bichos tengan reservas no para este invierno, si no para los 3 siguientes. Yo, Diego-Kilian, he hecho de las mías al bajar: ver tres chicas guapas en una piedra y casi caerme ladera abajo. Ueli-Miguel, esta vez, no corrió mi misma suerte y no tuvo percances. Para más información, consultar Ueli Steck y Kilian Jornet. Nuestros calcos. También hoy ha sido un día experimento. Queríamos ver si lo que dicen en la guía de turismo que te dan el pueblo es cierto. Por lo pronto, sólo nos ha servido para saber que entre los suizos, no todos son aburridos: hay al menos un cachondo mental. El cachondo va y escribe en español (supongo que es un hombre porque entonces quedaría mal lo de cachondo): "El Valle de Saas disfruta de un clima Mediterráneo sureño, con abundante sol, temperaturas suaves y nada de niebla". Lo dice así, con dos cojones. Teniendo en cuenta que salvo ayer, todos los días llueve a las 5, que la temperatura más alta hasta ahora es para ir en manga corta unos 10 minutos, que sólo hemos visto la cima de las montañas del Mitschabel el día que llegamos y que si subes un poquito, hace un pelete que pá qué...te digo yo lo Mediterráneo sureño que es este clima...JA! Vamos, esto es Saas-Fee-La Valleta. No sé si este tío ha estado alguna vez en Almería, por decir un sitio, pero vamos, humor ya tiene. Con una sonrisa, nos hemos tomado unas fajitas estupendas, y ahora tenemos que ir a por otra parte de nuestra rutina diaria: helado e internet en el Café Central. Mañana, Allallinhorn, de nuevo. Nos volveremos con ella en la mochila, que vamos a celebraron con amigos: Julia, la camarera austriaca del bar y Richard, un abogado americano de 51 años que viene por segundo verano a Saas-Fee a estudiar filosofía. Curiosos personajes, que de tantas cervezas y Jaggermeister, al final nos hemos hecho amigos. Mañana nos vamos de cena. Así, Miguel no tendrá que fregar otra vez la sartén hecha de algo tipo hormigón+hierro. Eso o Kriptonita, ya que cada vez que le echamos mano, tenemos que echarle las dos para que no se nos doble el brazo. Si se nos cae en un pie, lo perdemos. Seguro. 

lunes, 8 de agosto de 2011

Where do you think you're going


Eso pensamos a veces, cuando, en mitad de una ladera helada con pendientes de hasta 45 grados, viene una ráfaga de viento y nos envuelve y cubre con nieve. También lo pensamos del resto, si, aún yendo con cuerdas, guía, empotradores, equipo semiprofesional, ánimo e inconsciencia, vemos que no son más que domingueros que no tienen miedo, y se la juegan más de lo que deberían. Así, hoy, en una montaña más fácil que el Breithorn, y con menos miedo, hemos decidido dar la vuelta a algo más de 100m de la cima. Hemos sido los únicos de la marabunta de gente que intentábamos el Allallinhorn que nos hemos dado la vuelta, y yo se lo habría aconsejado a unos cuantos. Por ejemplo a esa cordada cuyo segundo integrante era un crío de apenas 7 años, y ante la primera pendiente de nieve, sin dificultad, se puso a gritar del miedo que tenía. Siguieron. O esa otra cordada en la que en terreno llano, uno de los integrantes se tropieza con su propia cuerda y hace caer a dos personas más. Se reían, pero si eso les pasa en la arista somital...¿quién iba a reírse? O también a esa pareja inglesa, que tenían varios hándicaps, como el tener unos 70 años por lo menos, el hombre ir completamente exhausto y tumbarse en el collado antes de la pendiente final o, simplemente, ser ingleses, ese país lleno de altas montañas. También, en otra cordada, a un tipo que iba en vaqueros y camisa de franela. Estuve por preguntar si era vasco, de no ser porque nos saludaron en alemán, y como no parezco bávaro, deduzco que él sí lo era. En definitiva, las montañas que en los libros están catalogadas fríamente con una F (+ o -), provocan que una panda de insensatos se jueguen su vida de una manera estúpida. Bien, la montaña es fácil, pero, como en todas las grandes montañas, hay sitios en los que es mejor no caerse. Y una cordada tras otra, se aventuraba en la pendiente final, envueltos en la niebla y con un fuerte viento que a nosotros, quizá por exceso de prudencia, nos hizo mirar 5 minutos su avance y decir, "pa casa". Total, sólo perdemos los 50 euros que cuesta el teleférico. Mañana o pasado volveremos, porque está a nuestro alcance, está de acuerdo a nuestro nivel, a nuestro miedo. Un poco menos de viento y un bastón que Miguel no se deje en el teleférico, serán suficientes para llegar. Esto no es de los insensatos, sino de los perseverantes. Y a cabezota no me gana mucha gente...

En la foto, el collado en el que nos dimos la vuelta, justo al empezar la pendiente.

viernes, 5 de agosto de 2011

Breithorn: El miedo racional


La gente, por definición, tiene miedo a muchas cosas, irracionales unas, tangibles otras. Las etéreas, irracionales o subjetivas, no tiene sentido analizarlas, pues son, tan íntimas que no solemos tener derecho a juzgarlas. Superarlas es, por tanto, un ejercicio demasiado personal. Sin embargo, los miedos racionales, podemos superarlos o, si no, afrontarlos de mejor manera. Hoy, el Breithorn, ese monte de más de 4mil metros de altura que, catalogado como sencillo, no te deja impasible. La subida final se hace con un nudo en el estómago hasta el punto de tener sensación de mareo, y no es la altura. La cima, por llamarlo de alguna manera, es el peor sitio en el que he estado, pero uno de los que más me pueden hacer mejorar, crecer y superarme. Apenas lugar para 3 personas sin estar en plena cornisa, con vacío por todos los lados, montañas al fondo, rocas abajo y miedo, mucho miedo. Tanto, que el tiempo en que un "machaca" español nos sacó la foto de rigor, fue el único que fuimos capaces de pasar allí arriba. Tuvimos la suerte de estar entre la niebla, y así no poder ver la caída, el vértigo de estar en un punto sobre todas las cosas, de sentir incluso la rotación de la Tierra. Tras 4h desde el refugio, y subiendo mirando los propios pasos para no tener que ver la pendiente, emprendimos la bajada, con una cautela tan grande, que todo el mundo pensaría que estábamos acojonados. Y así era. Conseguimos salir de la zona peligrosa rápido, en menos de 1h, y pronto, a salvo en un plateau maravilloso entre la montaña vencida y el Klein Matterhorn, pudimos respirar, abrazarnos y sacar un tuper con arroz y cerdo. Así sí saben bien las cosas, al menos, cuando el miedo me dejaba tragar, cosa que no era fácil. Miras hacia arriba, sabiendo que has ganado, pero, en el fondo sabes que Ella, nuestra Montaña, seguirá impasible, como si no hubieras estado nunca allí, como si las huellas de tus crampones fuesen meras células muertas en su piel. Sabes que te ha dejado subir, pero no gratis. El miedo, el dolor de estómago, ese nudo, el agarrotamiento en las piernas al bajar, y el no haber disfrutado de las vistas de su cima, es un pequeño peaje que hemos pagado para así, tranquilamente, no ganar del todo, ni perderlo todo. Ha sido un trato, sin papeles ni apretones de mano. Un tema entre la Montaña y nosotros. A pesar de todo, volveremos a por otra, como dice Miguel:

¿Por qué echamos de menos las montañas? Recién bajado de una montaña muy alta, de haber pasado aburrimiento e incomodidades en un refugio, frío, sucio, precario, después de haber pasado sueño para levantarnos a las cinco de la mañana, incertidumbre a la espera de que el amanecer neblinoso mejorara y nos dejara intentar alcanzar nuestro objetivo, después de haber sufrido el agotamiento de la ascensión, un miedo en la última arista que sólo entiende quien lo ha sentido, y el tedio de una vuelta interminable agotados, me siento en la terraza, mirando las cumbres de los cuatromiles que nos rodean, y siento el impulso de volver a ir arriba, de no escuchar nada salvo mis pisadas, de sentir la soledad de la montaña. Echo de menos el esfuerzo, el cansancio, la respiración forzada y el corazón acelerado, y hasta casi echo de menos el refugio, esa sensación de seguridad en mitad del medio hostil, y siento ganas de volver a intentar pisar una de esas cimas. Intentar, siempre intentar, porque cuando la magnitud de la naturaleza te supera por tanto sólo puedes aspirar a eso, que ya es mucho. Y no sé por qué, qué hay arriba que nos hace volver a pesar del sufrimiento, qué hace a tanta gente intentarlo. Sólo sabemos que cuando mañana descansemos, estaremos deseosos de volver a empezar, de volver a subir y de volver a sentirnos en el mundo tal como es, sin interferencia humana, tu compañero, tú, la montaña... y nada más.

Hoy, por fin, puedo sentirme alpinista. Con más miedo que vergüenza, pero alpinista.

Refugios de Montaña


En un refugio de montaña, hay dos maneras de levantarse: con mal cuerpo o con peor. Una mezcla de poca higiene, dormir con los ronquidos de mucha más gente, levantarse a las 5 de la mañana, ir al baño y encontrar un agujero en el suelo, que, con suerte, tiene asa para agarrarse...eso y el desayuno, el frío...hace que el día de cima, el
Importante, sea complicado nada más empezar.
Luego, la diferencia entre mal cuerpo y peor, radica, fundamentalmente, en la temperatura de la habitación y en el nivel de ronquido ajeno, que el propio no suele molestar. En el Elola (Gredos), sacar un brazo del saco y de la manta supone arriesgarse a perderlo. Por supuesto, nadie se atreve a quitarse la camiseta para hacerse el lavado del gato. Sales del saco tiritando, desayunas tiritando y sales a andar tiritando. En el Toubkal (Atlas, Marruecos) se está mejor. Hay duchas calientes, buena comida y gente amable. Eso sí, las habitaciones son demasiado grandes: demasiada gente sucia roncando. Es curioso, como es raro que haya ducha en un refugio, la gente lo tiene tan asumido que ni aunque haya, y caliente, la usan. Para mí, tras una buena paliza en el monte, no hay nada mejor que un fregado. En Góriz (Monte Perdido, Los Pirineos) hay ducha, pero fría como un glaciar. Aún así, es una gozada. No digo lo mismo de los baños, absolutamente asquerosos. No voy a entrar en detalles escatológicos, pero es algo desagradable. Mucho. Luego están los excepcionalmente turísticos, como el Teodulo (Breithorn, Zermatt, Alpes Suizos). Buenas instalaciones y buena comida "a elegir", con carta. Claro, como se puede llegar en teleférico desde Cervinia en Italia...pero para los montañeros, o lo que seamos, ya no está tan bien. Los baños son asquerositos, sólo funciona un grifo, la cena es mala y el desayuno, lamentable. Qué café por dios. Eso sí, si tienes problemas para ir al baño..magia. Ahora, vete tú al agujero. El comedor para huéspedes mira directamente al Cervino por la cara italiana, y sería genial si no diera el sol de esa manera. No había manera de cenar sin gafas de sol y protector 147!! Sí, cenar, que es a las 19.00h.
A pesar de todos los inconvenientes e incomodidades, los refugios son, sobre todo, lugares en los que conoces gente de todo tipo, condición, educación y nivel montañero. Viejetes que han escalado todo lo escalable, críos que ahora se inician, domingueros y montañeros panceteros. Vamos, nosotros. Y eso, es veinte idiomas diferentes. Son insufribles, pero se echan de menos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Las altas montañas




El encanto de ciertos sitios reside en multitud de cosas, como se observa en Saas-Fee. Un pueblo sin circulación, que nada más llegar, te encuentras la barrera del parking, en el que hay plazas para descargar todas tus cosas, en nuestro caso, muchas, y además llamar un a la compañía de taxis eléctricos gratuitamente. No como el viaje al apartamento, que para 3 calles que hay, te cuesta 25 CHF. Es uno de los encantos, evitar oír ruidos que no sean naturales o motores eléctricos, que son bien pocos. Sus calles, llenas de casas de madera, con sus tejados inclinados, todo verde, gente tranquila, las tiendas de montaña, los pocos bares y muchos hotelucos de madera. Las montañas. Saas-Fee es eso, montaña. Rodeado por una maraña de cuatromiles, que, encima casi del pueblo, le dan un carácter y una visión inigualables. Puedes sentarte en la terraza del apartamento, como hicimos ayer, y contemplar las estrellas sobre las cimas. Alphubel, Allallinhorn, Dom...todos colosos, todos contemplándote, esperando que le eches valor y les desafíes. Accesibles para nosotros, montañeros atípicos, son Allallinhorn y Alphubel. Veremos qué conseguimos en Saas-Fee. Sus calles ahora, frecuentadas por montañeros, esquiadores (hacen su pretemporada por aquí, ya que se esquía todo el año), y demás personas, tienen una vida extraña, propia de horarios extraños. A las 12 del mediodía cierran y abren a las 14.30... Luego cierran a las 17.00h. Curioso. Hay pequeños cafés, y algunos muy bien atendidos. De hecho, puede que me venga a vivir aquí...sólo tengo que acercarme a la camarera del restaurante de la chimenea, y pedirle que se case conmigo. Total, seguro que Miguel puede casarnos por el rito mangarrián-montañero. Hoy, tras volver a visitarla, y tomar alguna cerveza, iremos a preparar la mochila. Si el tiempo nos los permite, mañana toca subir al refugio Teodulo, para intentar el viernes la cima del Breithorn. Si no...improvisaremos. Quizá una boda...
A la izquierda, Allallinhorn. A la derecha, el Alphubel...

El comienzo de muchas cosas



Conduces, y,cuando menos te lo esperas, llegas a ver, sin creerlo, lo que tanto ansiabas. El Mont Blanc, ese mágico lugar, elevado por encima de casi todo en Europa, estaba a mis pies. Quizá yo a lo suyos. Allí, en el valle del que nace, sobre el que se eleva, está la población cuna de grandes mitos, resguardada por centinelas de 4mil metros. Chamonix, pequeño lugar de casas idílicas, acogedoras. Divisas un Mont Blanc que de inmenso y cercano parece pequeño. Una Aguille du Midi, que se yergue impasible, permitiendo, eso sí, que unos pueblerinos levanten sus brazos allá en lo alto pagando una tarifa medianamente razonable. La Mer de Glace, la Aguille Verte... Tantos y tantos sitios míticos, se aglutinan en unas pocas calles. Es imposible no sentirse pequeño ante tamaño espectáculo de la naturaleza, ante tanta celebridad muerta o nacida allí. Pequeño, porque Lionel Terray está ahí, y sabes que nunca valdrás tanto, ni serás partícipe de nada relevante, ni harás grandes cosas. Pequeño porque a su lado, todos lo somos. O Whymper, que tras el Cervino, nada tuvo sentido, salvo Chamonix. Ves la Maison des Guides, las estatuas a los conquistadores de lo inútil, el edificio del Club Alpin Francais, reseñas a Michel Croz y a tantos otros guías que ya, por su coraje, son parte de la historia del alpinismo. Todo, ocurrió, y todo seguirá ocurriendo allí. En pocos sitios tan pequeños te sientes tan ínfimo como en el cementerio. Se acumulan referencias a la montaña, muerto con 26 años; desaparecido con 21; muerta con 15 años...impresiona, acongoja. Tanta gente joven, más que tú, que ha muerto tan trágicamente. Ahora, mirando la tumba de Terray (y su mujer Marianne), nos despedimos de un mito y de un pueblo que respira su mismo aire, esperando que nos invada los pulmones para darnos, al menos, valor.

lunes, 1 de agosto de 2011

Monte Perdido


La manera habitual y fría de medir una montaña es mediante su altitud respecto del nivel del mar. Así, hay montañas más altas que otras, pero nada se dice de su "aura", de aquello que las acompaña. En ese momento, entra en juego la perspectiva personal, y hace que decidas subir unas antes que otras por lo que representan para ti. Monte Perdido, ese coloso, era para mí algo inalcanzable, irreal. Oyes historias, las lees, y nunca te ves allí. Estos días, afrontar ese reto personal se convertiría en una prueba, un desafío a las propias capacidades. Salimos, una mañana hacia las 6, apenas empezaba a salir el Sol, pero despacio, con esa pereza que te da al madrugar. Pensaría que menuda lata salir pa los 26 memos que íbamos en el autobús camino de la Pradera de Ordesa. Cargados con tienda de campaña, comida, ropa y demás enseres...emprendimos el largo camino a Góriz, unas 3h15min que nos llevaría superar los 900m de desnivel muy tendidos hasta allí, pasando por un maravilloso bosque, entre paredes tan altas que ver el final daba vértigo. Así, elegimos el camino en lugar de las clavijas de Soaso, ya que nuestra habilidad trepadora es, digamos, limitada. La soledad era interrumpida ligeramente por las marmotas, que correteando por la pradera, nos miraban con ojos vacíos, pero sonrientes. Se daban la vuelta y hale, a correr. Graciosos animalicos. Llegamos al refugio, cansados pero ilusionados. Habíamos comido poco, ya que para evitar perder el autobús, nos olvidamos casi todo. Siempre haciendo de las nuestras...aún quedaban algo más de 3h a la cima, que luego se convertirían en algo más de 4 por diversos despistes, trepadas delicadas y, sobre todo, extenuación muscular. Todo hay que decirlo: lo normal es subir al refu, dormir, y al dia siguiente, ir a la cima y bajar. Así se divide el desnivel, nosotros acabamos tan fatigados por hacerlo de tirón desde abajo. No es lo normal, pero lo hicimos. Hubo varios amagos de darnos la vuelta, pero tras muchas tribulaciones, nos encontramos en la escupidera, abajo del todo contemplando esa maravilla, que sobrecoge, que te hace pensar y reír, mirando, una cumbre que crees no poder alcanzar. Antes, un espolón rocoso que fue el sitio en el que nos sentamos a pensar si seguir o marcharnos. Dolor en las piernas, cansancio extremo, falta de motivación...y algo de miedo. Miguel se quedó, ya que el afrontar el espolón con cansancio supremo, no le gustaba. Un paso delicado, pero fue fácil. Decidí seguir, casi sin poder andar, pero amigo, es "mi" montaña, no me vuelvo sin ella. Así que empecé a subir sin mucha fe, pero sin pensar. Canturreaba algo, me animaba y charlaba con los dos únicos que subían conmigo. Cada 4 pasos cerraba la boca para que el corazón no huyera preso de la emoción. Una ese pedregosa, otra...remontando la durísima pendiente junto a la pala de nieve. Eso nevado, me daría la risa...afortunadamente, había camino limpio a su derecha. Tras casi 45 minutos, llegué, muerto, sin nadie con quien compartir ese momento que me había ganado. Foto de rigor y pa'bajo, que Miguel espera. Ya que no comparto la cima con él, al menos bajo rapidito para contárselo. Bajo rápido, frenando como puedo sin piñarme, cosa que no es fácil, y llego donde estaba, junto al lago de Marboré. Abrazo y cagando leches al refu, que se hace tarde. Ahí, ya sin motivación, mi cuerpo dice "hasta aquí hemos llegado majete". La bajada fue un suplicio para mis pies y mis piernas, pero llegamos a tiempo de cenar y compartir la experiencia con gente. Cenamos sentados la mesa con una familia machaca del todo. Ambos han hecho el Mont Blanc, escalado sexto grado juntos y ahora, les transmiten esa pasión a sus niñas. Al salir hacia la tienda, tras comer tres platos de judías con chorizo, una de las niñas le dice al padre: "papá, ellos...son amigos??"...padres del mundo, no dejéis a los niños ver Brokeback Mountain...había un metro en la tienda entre ambos...
Tras la peor noche de mi vida, sin saco (por memo) y helado, me levanto a las 5 otra vez, a esperar un aún más tímido Sol, más necesario que nunca, más vital que de costumbre. Abajo, coche y viaje.
El silencio sobrecogedor, la magnitud de las montañas, la gente, el cielo limpio lleno de estrellas brillantes, el frío, la paliza, las marmotas, el refugio, rocas, escupidera, cima...muchas cosas para un día, que se quedará guardado conmigo. El día que yo, un hombrecito de 100Kg remontaría el paso que más me había atemorizado, que más me había fascinado. En la foto, junto a la primera pala de nieve de la izquierda, se ve el camino por la arista rocosa hacia el espolón de roca de la derecha. Al finalizar eso, se ve el camino serpenteante por la parte media de la escupidera, hasta el final, tras superar las dos palas de nieve. La cima, a la derecha. Allí, dejé una parte de mis deseos, junto al hito geodésico, mirando el circo montañoso que lo rodea.