El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron
.

Gaston Rébuffat

lunes, 8 de agosto de 2011

Where do you think you're going


Eso pensamos a veces, cuando, en mitad de una ladera helada con pendientes de hasta 45 grados, viene una ráfaga de viento y nos envuelve y cubre con nieve. También lo pensamos del resto, si, aún yendo con cuerdas, guía, empotradores, equipo semiprofesional, ánimo e inconsciencia, vemos que no son más que domingueros que no tienen miedo, y se la juegan más de lo que deberían. Así, hoy, en una montaña más fácil que el Breithorn, y con menos miedo, hemos decidido dar la vuelta a algo más de 100m de la cima. Hemos sido los únicos de la marabunta de gente que intentábamos el Allallinhorn que nos hemos dado la vuelta, y yo se lo habría aconsejado a unos cuantos. Por ejemplo a esa cordada cuyo segundo integrante era un crío de apenas 7 años, y ante la primera pendiente de nieve, sin dificultad, se puso a gritar del miedo que tenía. Siguieron. O esa otra cordada en la que en terreno llano, uno de los integrantes se tropieza con su propia cuerda y hace caer a dos personas más. Se reían, pero si eso les pasa en la arista somital...¿quién iba a reírse? O también a esa pareja inglesa, que tenían varios hándicaps, como el tener unos 70 años por lo menos, el hombre ir completamente exhausto y tumbarse en el collado antes de la pendiente final o, simplemente, ser ingleses, ese país lleno de altas montañas. También, en otra cordada, a un tipo que iba en vaqueros y camisa de franela. Estuve por preguntar si era vasco, de no ser porque nos saludaron en alemán, y como no parezco bávaro, deduzco que él sí lo era. En definitiva, las montañas que en los libros están catalogadas fríamente con una F (+ o -), provocan que una panda de insensatos se jueguen su vida de una manera estúpida. Bien, la montaña es fácil, pero, como en todas las grandes montañas, hay sitios en los que es mejor no caerse. Y una cordada tras otra, se aventuraba en la pendiente final, envueltos en la niebla y con un fuerte viento que a nosotros, quizá por exceso de prudencia, nos hizo mirar 5 minutos su avance y decir, "pa casa". Total, sólo perdemos los 50 euros que cuesta el teleférico. Mañana o pasado volveremos, porque está a nuestro alcance, está de acuerdo a nuestro nivel, a nuestro miedo. Un poco menos de viento y un bastón que Miguel no se deje en el teleférico, serán suficientes para llegar. Esto no es de los insensatos, sino de los perseverantes. Y a cabezota no me gana mucha gente...

En la foto, el collado en el que nos dimos la vuelta, justo al empezar la pendiente.

2 comentarios:

  1. en tailandia, a punto de zozobrar de vuelta de hacer snorkeling, uno de los ingleses que venía -colocado desde que se subió a la chalupa- se puso el salvavidas, temblando y no de frío como el resto... el pieza no sabía nadar.
    ingleses... en qué chino comprarían el imperio que tuvieron... :P

    ánimo para mañana!
    jp

    ResponderEliminar
  2. Pues una mierda de imperio. Fíjate, que hasta el té lo inventó Panoramix!!

    ResponderEliminar