El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron
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Gaston Rébuffat

viernes, 5 de agosto de 2011

Breithorn: El miedo racional


La gente, por definición, tiene miedo a muchas cosas, irracionales unas, tangibles otras. Las etéreas, irracionales o subjetivas, no tiene sentido analizarlas, pues son, tan íntimas que no solemos tener derecho a juzgarlas. Superarlas es, por tanto, un ejercicio demasiado personal. Sin embargo, los miedos racionales, podemos superarlos o, si no, afrontarlos de mejor manera. Hoy, el Breithorn, ese monte de más de 4mil metros de altura que, catalogado como sencillo, no te deja impasible. La subida final se hace con un nudo en el estómago hasta el punto de tener sensación de mareo, y no es la altura. La cima, por llamarlo de alguna manera, es el peor sitio en el que he estado, pero uno de los que más me pueden hacer mejorar, crecer y superarme. Apenas lugar para 3 personas sin estar en plena cornisa, con vacío por todos los lados, montañas al fondo, rocas abajo y miedo, mucho miedo. Tanto, que el tiempo en que un "machaca" español nos sacó la foto de rigor, fue el único que fuimos capaces de pasar allí arriba. Tuvimos la suerte de estar entre la niebla, y así no poder ver la caída, el vértigo de estar en un punto sobre todas las cosas, de sentir incluso la rotación de la Tierra. Tras 4h desde el refugio, y subiendo mirando los propios pasos para no tener que ver la pendiente, emprendimos la bajada, con una cautela tan grande, que todo el mundo pensaría que estábamos acojonados. Y así era. Conseguimos salir de la zona peligrosa rápido, en menos de 1h, y pronto, a salvo en un plateau maravilloso entre la montaña vencida y el Klein Matterhorn, pudimos respirar, abrazarnos y sacar un tuper con arroz y cerdo. Así sí saben bien las cosas, al menos, cuando el miedo me dejaba tragar, cosa que no era fácil. Miras hacia arriba, sabiendo que has ganado, pero, en el fondo sabes que Ella, nuestra Montaña, seguirá impasible, como si no hubieras estado nunca allí, como si las huellas de tus crampones fuesen meras células muertas en su piel. Sabes que te ha dejado subir, pero no gratis. El miedo, el dolor de estómago, ese nudo, el agarrotamiento en las piernas al bajar, y el no haber disfrutado de las vistas de su cima, es un pequeño peaje que hemos pagado para así, tranquilamente, no ganar del todo, ni perderlo todo. Ha sido un trato, sin papeles ni apretones de mano. Un tema entre la Montaña y nosotros. A pesar de todo, volveremos a por otra, como dice Miguel:

¿Por qué echamos de menos las montañas? Recién bajado de una montaña muy alta, de haber pasado aburrimiento e incomodidades en un refugio, frío, sucio, precario, después de haber pasado sueño para levantarnos a las cinco de la mañana, incertidumbre a la espera de que el amanecer neblinoso mejorara y nos dejara intentar alcanzar nuestro objetivo, después de haber sufrido el agotamiento de la ascensión, un miedo en la última arista que sólo entiende quien lo ha sentido, y el tedio de una vuelta interminable agotados, me siento en la terraza, mirando las cumbres de los cuatromiles que nos rodean, y siento el impulso de volver a ir arriba, de no escuchar nada salvo mis pisadas, de sentir la soledad de la montaña. Echo de menos el esfuerzo, el cansancio, la respiración forzada y el corazón acelerado, y hasta casi echo de menos el refugio, esa sensación de seguridad en mitad del medio hostil, y siento ganas de volver a intentar pisar una de esas cimas. Intentar, siempre intentar, porque cuando la magnitud de la naturaleza te supera por tanto sólo puedes aspirar a eso, que ya es mucho. Y no sé por qué, qué hay arriba que nos hace volver a pesar del sufrimiento, qué hace a tanta gente intentarlo. Sólo sabemos que cuando mañana descansemos, estaremos deseosos de volver a empezar, de volver a subir y de volver a sentirnos en el mundo tal como es, sin interferencia humana, tu compañero, tú, la montaña... y nada más.

Hoy, por fin, puedo sentirme alpinista. Con más miedo que vergüenza, pero alpinista.

1 comentario:

  1. teníais que ver a la gente por aquí escalar las estanterías en los supermercados, o mejor dicho, saltar de una montaña a otra: de la que son a la que vienen a llenar el carro...

    abrazos, jp

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