El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron
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Gaston Rébuffat

miércoles, 10 de agosto de 2011

El mundo en sus manos


No en el mar, sin veleros, sin competición. Pero el mundo en nuestras manos. Los Alpes a vista de pájaro, en nuestro campo visual. Enteros. Es una sensación única, difícilmente igualable, pero, quien sabe si podremos volver a alcanzar una cima así. Ahora, en casa, tras la pertinente cerveza y los necesarios Dire Straits, el sentimiento en el caso de Miguel es subir de nuevo; en el mío, melancolía, nostalgia o, mejor, vacío. Lo dijo Whymper cuando coronó el Mont Blanc: sientes que ya no queda por encima en lo que fijar tus ansias, nada que sea tu objetivo; te sientes vacío. Nosotros tenemos muchas montañas, pero no sabemos si tendremos la capacidad para afrontarlas, con lo que ahora, vacío es una buena descripción de lo que siento. Allallinhorn, sus 4027m, han estado bajo nuestros pies, y enfrente, Matterhorn, Taschorn, Dome, Breithorn, Monte Rosa, Lenspitze...un sin fin de colosos, casi a nuestra altura, o al menos, cerca. Inabordables de momento. Observando los 4miles, los 3miles, los 2miles. La planicie italiana, el valle Suizo. Arriba el cielo. Sin nubes. Llegamos allí luchando no contra el miedo, esta vez, si no contra mi mal cuerpo (subir en 15 minutos de 1800 a 3500m por teleférico no sienta bien a nadie, salvo a los esquiadores que nos pasaban por todos lados), contra la duda de qué habría en los metros finales. La respuesta no tardó en llegar: una arista!! Tan solo 20m de arista, afortunadamente con buena huella, pero completamente por la parte de encima. A nuestro lado, aire. Abajo, Saas-Fee. La duda duró los 10 segundo que tardé en decir: "Miguel, vamos ya, sin pensarlo mucho". Al fin, la cruz, una foto que necesitábamos tras un día de mal tiempo sin subir, otro en el que nos dimos la vuelta y otro de espera. Casi 4 días esperando llegar allí, y viendo la cima desde la ventana de casa cada día. Al fin, tras montañas de no disfrutar por diversos motivos, teníamos un día fantástico, un panorama indescriptible, y un sitio cómodo en el que estar sin temer caernos. Fotos y más fotos. Y pa'bajo, que no estaba todo hecho. El último tramo de la subida, y primero de la bajada, tenía telita. Metros escasos, en los que dar un paso costaba sudor y lágrimas. 20m en 5 minutos, eso lo dice todo. Pasado eso, bajada relajada, disfrutando de lo conseguido, de las vistas. Así sí merece la pena madrugar. Quién sabe cuándo volveremos a sentir algo así. Puede haber sido nuestra última gran montaña. O la última gran montaña catalogada como fácil. Vaya usté a saber.

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