El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron
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Gaston Rébuffat

lunes, 1 de agosto de 2011

Monte Perdido


La manera habitual y fría de medir una montaña es mediante su altitud respecto del nivel del mar. Así, hay montañas más altas que otras, pero nada se dice de su "aura", de aquello que las acompaña. En ese momento, entra en juego la perspectiva personal, y hace que decidas subir unas antes que otras por lo que representan para ti. Monte Perdido, ese coloso, era para mí algo inalcanzable, irreal. Oyes historias, las lees, y nunca te ves allí. Estos días, afrontar ese reto personal se convertiría en una prueba, un desafío a las propias capacidades. Salimos, una mañana hacia las 6, apenas empezaba a salir el Sol, pero despacio, con esa pereza que te da al madrugar. Pensaría que menuda lata salir pa los 26 memos que íbamos en el autobús camino de la Pradera de Ordesa. Cargados con tienda de campaña, comida, ropa y demás enseres...emprendimos el largo camino a Góriz, unas 3h15min que nos llevaría superar los 900m de desnivel muy tendidos hasta allí, pasando por un maravilloso bosque, entre paredes tan altas que ver el final daba vértigo. Así, elegimos el camino en lugar de las clavijas de Soaso, ya que nuestra habilidad trepadora es, digamos, limitada. La soledad era interrumpida ligeramente por las marmotas, que correteando por la pradera, nos miraban con ojos vacíos, pero sonrientes. Se daban la vuelta y hale, a correr. Graciosos animalicos. Llegamos al refugio, cansados pero ilusionados. Habíamos comido poco, ya que para evitar perder el autobús, nos olvidamos casi todo. Siempre haciendo de las nuestras...aún quedaban algo más de 3h a la cima, que luego se convertirían en algo más de 4 por diversos despistes, trepadas delicadas y, sobre todo, extenuación muscular. Todo hay que decirlo: lo normal es subir al refu, dormir, y al dia siguiente, ir a la cima y bajar. Así se divide el desnivel, nosotros acabamos tan fatigados por hacerlo de tirón desde abajo. No es lo normal, pero lo hicimos. Hubo varios amagos de darnos la vuelta, pero tras muchas tribulaciones, nos encontramos en la escupidera, abajo del todo contemplando esa maravilla, que sobrecoge, que te hace pensar y reír, mirando, una cumbre que crees no poder alcanzar. Antes, un espolón rocoso que fue el sitio en el que nos sentamos a pensar si seguir o marcharnos. Dolor en las piernas, cansancio extremo, falta de motivación...y algo de miedo. Miguel se quedó, ya que el afrontar el espolón con cansancio supremo, no le gustaba. Un paso delicado, pero fue fácil. Decidí seguir, casi sin poder andar, pero amigo, es "mi" montaña, no me vuelvo sin ella. Así que empecé a subir sin mucha fe, pero sin pensar. Canturreaba algo, me animaba y charlaba con los dos únicos que subían conmigo. Cada 4 pasos cerraba la boca para que el corazón no huyera preso de la emoción. Una ese pedregosa, otra...remontando la durísima pendiente junto a la pala de nieve. Eso nevado, me daría la risa...afortunadamente, había camino limpio a su derecha. Tras casi 45 minutos, llegué, muerto, sin nadie con quien compartir ese momento que me había ganado. Foto de rigor y pa'bajo, que Miguel espera. Ya que no comparto la cima con él, al menos bajo rapidito para contárselo. Bajo rápido, frenando como puedo sin piñarme, cosa que no es fácil, y llego donde estaba, junto al lago de Marboré. Abrazo y cagando leches al refu, que se hace tarde. Ahí, ya sin motivación, mi cuerpo dice "hasta aquí hemos llegado majete". La bajada fue un suplicio para mis pies y mis piernas, pero llegamos a tiempo de cenar y compartir la experiencia con gente. Cenamos sentados la mesa con una familia machaca del todo. Ambos han hecho el Mont Blanc, escalado sexto grado juntos y ahora, les transmiten esa pasión a sus niñas. Al salir hacia la tienda, tras comer tres platos de judías con chorizo, una de las niñas le dice al padre: "papá, ellos...son amigos??"...padres del mundo, no dejéis a los niños ver Brokeback Mountain...había un metro en la tienda entre ambos...
Tras la peor noche de mi vida, sin saco (por memo) y helado, me levanto a las 5 otra vez, a esperar un aún más tímido Sol, más necesario que nunca, más vital que de costumbre. Abajo, coche y viaje.
El silencio sobrecogedor, la magnitud de las montañas, la gente, el cielo limpio lleno de estrellas brillantes, el frío, la paliza, las marmotas, el refugio, rocas, escupidera, cima...muchas cosas para un día, que se quedará guardado conmigo. El día que yo, un hombrecito de 100Kg remontaría el paso que más me había atemorizado, que más me había fascinado. En la foto, junto a la primera pala de nieve de la izquierda, se ve el camino por la arista rocosa hacia el espolón de roca de la derecha. Al finalizar eso, se ve el camino serpenteante por la parte media de la escupidera, hasta el final, tras superar las dos palas de nieve. La cima, a la derecha. Allí, dejé una parte de mis deseos, junto al hito geodésico, mirando el circo montañoso que lo rodea.

2 comentarios:

  1. Hola guapo! Ha tenido que ser muy interesante la ascensión hasta la cima! Me encanta el post! Ahora a por la siguiente! Besos, A.
    Pd. Pero acuérdate del saco de dormir! :P

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  2. Hola querido hijo.........es siempre hermoso ver como te entusiasmas con la montaña, como te llega, y, sobre todo como escribes y lo describes.
    es un orgullo que seas así......¡ Pasión de madre!!!!!!!!!!!.
    Por favor, no te olvides del saco la próxima vez, y se prudente..No me puedo olvidar de mis recomendaciones.
    miles de besos.

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